miércoles, 13 de marzo de 2013

Madres e Hijas…amigas o rivales



Tal vez suene fuerte o rompa con la idea romántica de la madre perfecta, incapaz de tener sentimientos desagradables hacia sus descendientes, pero la posibilidad de que mamás e hijas tengan relaciones tormentosas existe y hay muchas historias que lo confirman.
Progenitoras que compiten con sus hijas por el cariño del esposo, otras que quieren que la hija sea la continuación de sí misma ignorando sus necesidades y deseos u otras que como en “Agua para Chocolate”, novela de Laura Esquivel, que quieren más que hijas, esclavas a su servicio.
Específicamente en el caso de las niñas y adolescentes femeninas, la identificación de género con su mamá puede resultar tanto ventaja como desventaja, según sea el caso, para tener una relación hermosa y de compañerismo o de verdadera rivalidad.
Mucho de lo que ocurre en la relación de las madres con sus hijas se remitirá en primera instancia a la historia de la madre con su propia progenitora. Es decir el punto de partida siempre es el mismo, pero puede haber una serie de variantes de acuerdo al contexto.
Conozco mujeres que adoran a sus madres y mamás que aman profundamente a sus hijas y llevan una relación sana en la que hay límites, confianza, respeto, admiración, y amistad.
Estos cuatro elementos son indispensables para que la relación de mamás e hijas funcione, ya que también conozco historias obscuras en la que las mamás compiten con las hijas y envidian su juventud al grado de querer comportarse como si fueran de la misma edad. Utilizan ropa de adolescente, coquetean con sus amigos y se vuelven “amigas” de las amigas y amigos de sus hijas. Este fenómeno suele ocurrir cuando las madres son muy jóvenes y tal vez renunciaron a sus sueños por tener a sus hijas y quieren vivir lo que aparentemente dejaron pendiente, pero de una manera inadecuada. Ahí no se están poniendo límites y no hay una figura de autoridad a quién respetar y obedecer, lo que genera confusión y angustia.
Otra situación negativa que puede presentarse es aquella en la que la madre tiene una fuerte personalidad y es ególatra y autoritaria. Este tipo de relación se caracteriza por la fuerte tendencia de la madre a subestimar, ignorar y opacar a la hija, quien frente a ella se siente un cero a la izquierda. Por supuesto lo que esto genera a la larga es mucho resentimiento, envidia y lejanía.
Las madres sumisas y abnegadas que se desviven por atender al marido y a los hijos varones, pueden llegar al punto de sentir que sus hijas son como de “segunda” inyectando en ellas también resentimiento, coraje y baja autoestima.
En estos casos es muy importante reflexionar qué clase de mamá se está siendo, buscar maneras más sanas de relacionarse con las hijas y tomar en cuenta que esta relación es vital para el buen desarrollo emocional y sus futuras relaciones.

martes, 12 de marzo de 2013

Pasión: Las Mujeres y su salud



Cuando una mujer es productiva y sana se proyecta hacia todo su entorno, de tal suerte que cuando mamá está en buenas condiciones, el hogar y el ámbito donde ella se desarrolla se contagia de su entusiasmo y energía; pero cuando ocurre lo contrario y se siente enferma o deprimida, el entorno se ve afectado y las cosas no funcionan de la manera acostumbrada. ¡Vaya carga para nosotras!, pero es verdad que las familias en dónde hay una mujer necesitan de su fortaleza.
Desafortunadamente en la actualidad y como producto de la doble o triple jornada de trabajo, la falta de una alimentación adecuada, el estrés, cambios hormonales y otros factores ambientales, las enfermedades que antes se asociaban principalmente con los varones, aparecen como una causa importante de muerte entre las mujeres. Tal es el caso de los problemas del corazón, la hipertensión arterial, el tabaquismo y alcoholismo por mencionar algunas de las más importantes.
Asimismo hay padecimientos que afectan directamente a las féminas por su condición de género como cáncer de mama y cáncer cervicouterino que representan las causas más importantes de fallecimientos de mujeres a nivel mundial.
La diabetes es otro mal que se ha incrementado entre la población femenina en nuestro país, siendo más las mujeres que los hombres afectados por ésta e incluso las niñas y jóvenes obesas en las que tristemente tenemos el primer lugar.
Este fenómeno de la feminización de ciertas enfermedades es algo que nos tiene que poner a reflexionar sobre lo que estamos dejando de hacer para apoyar  a nuestras congéneres y a nosotras mismas para mejorar nuestra salud y prevenir las enfermedades.
Un hecho social importante es el que al salir del espacio doméstico, la carga emocional del cuidado del hogar sigue siendo de ellas y poco es el apoyo que se encuentra con la pareja o los otros miembros de la familia. Así las cosas, las mujeres están sometidas a una fuerte presión para hacerlo todo y además bien. Evidentemente el potencial femenino está más que probado, sin embargo las inequidades no son un secreto y empujan a una mujer que quiere sobresalir en su trabajo a dar el doble y sacrificar incluso su integridad física para obtener el reconocimiento que necesita.
Muchas mujeres viven agotadas, pero aún así son productivas y se exigen a puntos que arriesgan su salud. Nunca tienen tiempo para ellas y esto incluye visitas al doctor y momentos de descanso. Los fines de semana no son espacios de relajación, sino de quehaceres domésticos extenuantes y más auto exigencia.
Necesitamos parar. Reflexionar un momento en la importancia que tiene la salud, la tranquilidad y el descanso para tener una vida plena y darle a nuestros seres queridos tiempo de calidad, ya sean los hijos, la pareja, los padres o los amigos.
Los varones deben integrarse al trabajo de casa y a la crianza para aligerar la muy pesada carga que recae hoy sobre nosotras y empezar por darnos espacios de cuidado, visitas al médico, alimentación sana y algo de ejercicio para conservar la salud, que es sin duda el don más preciado para cualquier ser humano.
México necesita mujeres sanas y felices y en ello todos podemos contribuir y poner nuestro granito de arena.
Cuídate, quiérete, protégete, no esperas a que nadie lo haga por ti. Tu salud es tu responsabilidad y tu derecho.

Cuanto más Grande…¿mejor?




Muchos hombres viven obsesionados por el tamaño de su pene. Generalmente están preocupados pensando que es muy pequeño o no tan grande como “debería” y por supuesto, esconden muchas veces un complejo de inferioridad y una terrible envidia por aquellos congéneres que suponen, estarán mejor dotados que ellos. Algunos incluso, evitan los encuentros sexuales por temor a parecer poco viriles frente a su pareja o prefieren apagar la luz al momento de despojarse de la ropa.
Pueden llegar a pensar incluso, que su pareja “seguramente estará fantaseando, por ejemplo, con algún galán de raza negra”, que tienen fama de ser los de mayores medidas, o bien creer, que ellas se sienten insatisfechas por su miembro pequeño.
También se hacen bromas respecto a que cuando alguien dice que “El Tamaño no Importa” es por que lo tiene “chiquito”, por lo que muchos prefieren callar y guardarse los comentarios al respecto (no vaya siendo). El asunto es que cuando un hombre puede hablar sobre el tema con alguien de muchísima confianza o con algún especialista, tímidamente pregunta: ¿me podría decir cuál es el tamaño normal del pene?
Y me atrevo a afirmar que ésta es una pregunta recurrente, ya que a través de la consulta radiofónica, con el anonimato que este medio proporciona, he recibido este cuestionamiento una y mil veces, pero algo interesante es que esto también se lo cuestionan las mujeres.
Lo que ocurre, es que en nuestra cultura falocéntrica, se le ha dado todo el peso del erotismo al hombre, y particularmente al pene; olvidando que el sexo es mucho más que un músculo en erección. El sexo sabroso involucra cada centímetro del cuerpo humano y lo más importante: la capacidad de sentir, excitarse, tener orgasmos y fantasear, está en el cerebro, en la mente de hombres y mujeres.
Cuando a un hombre se le considera un buen amante, no se le está calificando por sus medidas sino por su capacidad de darse con la otra persona. De expresar también sus sentimientos y emociones y cuando se da tiempo para hacer el amor.
Un hombre que quiere satisfacer a una mujer, o a una pareja, deberá reconocerse como humano y no como Superman. Un hombre sensible, tierno, cariñoso que se preocupa por darle tiempo y caricias a la otra persona, es mucho más deseable que aquél que tiene todo el aguante y la fuerza para penetrar una y otra vez con la energía de un toro salvaje.
Claro!, si mezclas ambas cosas puede ser genial, pero recordemos que el tiempo pasa y la fuerza de la juventud bien puede ser compensada por la experiencia y habilidad de la madurez.
Más allá del pene, (el que por cierto recibe los estragos del estrés y la ansiedad de desempeño, ya que estos factores, entre otros, pueden generar disfunción eréctil o eyaculación precoz, el arte amatorio reside, y en eso coincidimos la mayoría de las mujeres, en que el hombre nos sepa estimular correctamente. Un dato interesante, es que en el fondo de la vagina no hay tanta sensibilidad como en la zona del clítoris y en toda la región externa de la vulva, por lo que para muchas mujeres es mucho más fácil llegar al orgasmo con la estimulación de toda esta zona, más que con la penetración.
Por otro lado, un pene muy grande no es garantía de eficiencia y más aún, puede lastimar a la pareja.
Como dice Adrián Sapetti en su libro “El sexo y el Hombre de Hoy”, un encuentro sexual entre las personas es “una acto de reciprocidad, un dar y recibir amor, placer, afectos y emociones y no meramente una prueba de medidas o cantidades”.
Datos de interés:
  • Para la mayoría de las mujeres tiene mucho más importancia que el hombre sea dulce, atento, galante, cuidadoso, inteligente y culto antes que un par de centímetros más en el pene.
  • No existen medicamentos ni tratamientos que hagan crecer o engrosar el pene.
  • El tamaño promedio del pene en erección puede variar de 7 a 20 centímetros aproximadamente. De menos de 4 centímetros se considera patológicamente corto.

Educación Sexual = Salud y mejor calidad de Vida



La educación sexual es un tema pendiente en nuestro país y en ese sentido se necesita, además de voluntad política, compromiso con los y las jóvenes quienes están expuestos tanto a infecciones de transmisión sexual (ITS), como a embarazos no planificados en la adolescencia, lo que representa un riesgo de salud pública muy importante.
Pero además de los gobiernos, y de manera aún más importante, es en la familia en dónde se debe proporcionar la información y las herramientas emocionales para tomar decisiones acertadas en materia de sexualidad. No solo se trata de saber usar un condón o de conocer cuáles son los métodos anticonceptivos existentes, se trata también de transmitirles valores de respeto y auto cuidado que les permitan vivir una vida sexual libre de violencia, coerción o estigmatización, de que conozcan su derecho al placer y por supuesto de las implicaciones y responsabilidades que implica su sexualidad.
La educación sexual debe contemplar también el concepto de igualdad entre los géneros y el respeto a la diversidad sexual, además del derecho a decir que no, a saber poner límites y a gozar de la vida en todo su esplendor, no solo en el terreno de lo erótico, sino en todos los aspectos del desarrollo humano.
Fomentar la autoestima, dar información sobre el cuerpo y la sexualidad y promover hábitos saludables desde el hogar, ayudará sin duda a que los niños y jóvenes se hagan responsables de sus acciones y, llegado el momento, sepan conducirse de manera sana y asertiva, en su vida emocional, social y sexual.
Para saber más sobre estos temas recomiendo una visita a la librería “El Armario Abierto”, en donde encontrarán libros de educación sexual para toda la familia, además de cursos y talleres muy interesantes.